jueves, 23 de noviembre de 2017

Capítulo 15.- Iconografía rococó (Edad Moderna, años 1725 a 1775)


Bibelots de Meissen, Múnich.
La mayoría de estas figuras representan
a aristócratas disfrazados de pastores

Iconografía de la felicidad
a
La emoción sigue de moda, pero no ya la dramática, no ya la turbación ante la escena descarnada como gustaba en el Barroco, sino las emociones “dulces” como la ternura, la simpatía o el erotismo. 
 a
ESTILO     Dulzura     Para servir a estas emociones gentiles regresan a las paletas de los artistas los colores pastel, a menudo servidos con pinceladas que confieren a la iconografía un aspecto casi abocetado. El naturalismo rococó se diferencia del naturalismo barroco no solamente en los colores; además, han desaparecido las penumbras tenebristas, y en la composición, los contextos, sean paisajes o interiores, cobran dimensión frente a unos personajes casi invariablemente pequeños. No en vano el Rococó inventó la figurita, es decir, el bibelot o pequeña estatuilla para decoración de vitrinas y para los belenes.  
Rubens, Jardín del amor, 1633. Madrid, Prado. Los amorcillos
empujan a las parejas hacia el amor y la concupiscencia
ICONOGRAFÍA / Géneros galante y erótico / Las dos fases del amor, el galanteo y el sexo, protagonizan la pintura rococó. Ya en el siglo XVII Rubens había dejado ejemplos en ambos géneros: El jardín del amor (1633, Prado) y El Rapto de las hijas de Leucipo (1616, Múnich, Alte Pinakothek).

¿Qué sucede aquí? Como en una comedia de Lorenzo da Ponte y
Mozart, nada es lo que parece. ¿Sentía ella frío y se ha trasladado
a otra habitación para recoger su chal, o tenía una cita a
espaldas de los adultos? Fragonard, El beso robado, 1788.
San Petersburgo, Hermitage
En el siglo XVIII sobresalen tres especialistas franceses en los géneros galante y erótico. 
















El género erótico se recuperó  a 
mediados de la II Guerra Mundial como una
 recompensa visual para los soldados. 
Frank Powolny, Betty Grabble, 1943, Playboy
Se ponen de moda las odaliscas, las mujeres
de serrallo, impulsadas por una moda orientalista
que va a permanecer vigente también a lo largo
del siglo XIX. Boucher, Odalisca (Louise
Murphy, amante de Luis XV), 1743. París, Louvre
En orden cronológico, el primero es Watteau, pintor de pincelada deshilachada y muy ambiguas escenas galantes (La perspectiva; Las dos primas); Boucher, pintor de Luis XV, continuador de la tradición flamenca de la pincelada pequeña y grandísimo pintor de interiores y mujeres (El nacimiento de Venus; Odalisca morena); el tercero, Fragonard, el más explícito de los eróticos y el más ambiguo e intenvionado de los galantes (El cerrojo; El beso robado). También se ve la influencia del arte rococó en las pinturas preparatorias para tapices de Goya (El parasol; El cacharrero).
Verbena en la pradera san Isidro.
Goya, El cacharrero, Prado

Canaletto, San Marcos, 1735. Cambridge, Fogg Art
John Ruskin, San Marcos, 1854, daguerrotipo.
Londres, Colección Kent y Jenny
ICONOGRAFÍA (II)     Vedutte     Se desarrolla la vedutta, la vista o panorámica urbana, cuadro suvenir para los turistas de Venecia, pintada en colores dulces (Canaletto) o con fresca pincelada de acuarela (Guardi). Fueron especialistas también Bellotto y Antonio Joli. Algunas de las primeras fotografías del siglo XIX retratan por enésima vez la más representada de las ciudades, el origen mismo del turismo: Venecia.Y con las fotografías, surgirán las tarjetas postales de correos mostrando panorámicas y monumentos ya a finales del siglo XIX.

Clifford, San Lorenzo, 1853
ICONOGRAFÍA (III)     Apoteosis     Continúa la moda de poblar los techos palatinos con atmósferas habitables para las figuras alegóricas. En España trabajó el más famosos de estos artífices, Gianbattista Tiepolo, cuyo colorido dulce y luz clara encajan con los rasgos del arte rococó (Gloria de España y sus provincias, Apoteosis de la Monarquía Española: Palacio Real, Madrid).
Las colonias americanas de España, según Tiépoco. Salón del Trono del Palacio de Oriente, Madrids

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