Iconografía áulica: la monarquía
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BIBLIOGRAFÍA
Balló, Jordi, La semilla inmortal. Los argumentos universales del cine, 1991.
Gómez López, Consuelo, El arte en el Próximo Oriente antiguo, 2006.
Keel, Othmar, La iconografía del Antiguo Oriente y el Antiguo Testamento, 2007.
Vogler, Christopher, El viaje del escritor. Las estructuras míticas para guionistas, dramaturgos y novelistas, 1949.
El mundo de la Edad Antigua suena peligroso porque sus estadios
culturales se enuncian con los nombres de los materiales usados principalmente
para construir armas: cobre, bronce, hierro. La defensa del
territorio da lugar a un cuerpo especializado en las armas, los guerreros, los cuales comparten un ideal común: el héroe, esto es, el protagonista de tales proezas que los poetas cantan sus gestas y el mundo las recuerda para siempre. La propia fama es ya la inmortalidad.
La minoría armada
se constituye paulatinamente en “poder de los mejores” (aristocracia) y se
rodea de un cuerpo intelectual (clero o iglesia) destinado a reforzar la estabilidad
del sistema engrandeciendo a los poderosos con exagerada publicidad (por
ejemplo, certificando su origen divino) y consagrando, en definitiva, la
monarquía.
El arte iconográfico de los imperios antiguos sirve sobre todo a esa publicidad áulica, regia, monárquica e imperial, que se confunde con la religiosa cuando los mismos reyes devienen dioses. Los dioses ahora venerados exhiben superpoderes de destrucción masiva: rayos, inundaciones, lluvias de fuego.
ESTILO
ABSTRAIZANTE La idea de rey
es más importante que el rey individual; así, salvo excepciones, no se producen
retratos sino figuras de rasgos simbólicos convencionales. Es coherente
entonces que el estilo naturalista ceda a un estilo un poquito menos preciso, más rígido,
"abstraizante" o "geometrizado" decimos, donde los volúmenes y siluetas de las figuras parecen buscar formas
geométricas sencillas: brazos casi perfectamente cilíndricos, ojos almendrados.
Otras expresiones para referirse a este estilo son naturalismo geométrico y
naturalismo arcaico.
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LITERATURA
HÉROES Literatura e iconografía están siempre íntimamente relacionadas, porque a menudo la segunda es la proyección visual de la primera.
La literatura más trascendente del período arcaico de la Antigüedad, datada hacia 2500 AEC, es el Poema de Gilgamesh, origen de casi todos los estereotipos pretéritos y futuros concernientes a los héroes (Jasón, Aquiles, Hércules... hasta Indiana Jones). Los héroes son hombres invencibles que viajan por el mundo y el inframundo luchando contra monstruos que, a primera vista, siempre los sobrepasan en poderío y tamaño. Grandes viajeros, desde Gilgamesh a James Bond, obtienen la inmortalidad transformándose en dioses u obteniendo fama internacional. En este mismo poema se encuentra la referencia más antigua conocida al "diluvio universal", famosa catástrofe que también generará imágenes y películas en el futuro.
Al II milenio AEC pertenece el Libro del Éxodo, origen de los dramas sobre las migraciones y la fundación de patrias.
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ICONOGRAFÍA ÁULICA o HEROICA Ambas cosas. En origen, no se diferencian la una de la otra. Los reyes antiguos, si hemos de creer lo que dejaron escrito sus "historiadores", provenían de estirpes heroicas que hundían sus raíces en personajes tan fabulosos como Aquiles y Hércules. Parecen decirnos que son legítimamente superiores porque por sus venas corre la sangre de inmortales gestas.
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DE GILGAMESH A INDIANA JONES El héroe quedó perfectamente definido en la literatura más antigua conservada en el planeta: el Poema de Gilgamesh. Este héroe mesopotámico (acaso nombre de algún rey de Uruk) es protagonista de un viaje alucinante en busca de la inmortalidad. Por el camino pelea contra monstruos tan portentosos como el Toro del Cielo y goza del amor de Enkiddu mientras rechaza los favores de Ishtar. Su viaje termina en la desilusión: no existe la inmortalidad.
Gilgamesh fija el modelo de héroe literario y cinematográfico en sus principales y más constantes rasgos: el héroe es siempre o casi siempre huérfano (a menudo su propósito es vengar al asesino de su padre), emprende un viaje cargado de peligros que le lleva a descubrir lugares exóticos y a tratar con enemigos y aliados, pero al mismo tiempo adquiere conocimiento de sí y del mundo; a menudo también valora la fraternidad masculina sobre el amor sexual y evita el compromiso familiar. Sucesivas novelas, cuentos y películas enriquecerán la iconografía del héroe y los matices de sus andanzas: James Bond, Indiana Jones, Izan Hunt, Mulán.
Gilgamesh peleando contra el Toro del Cielo y una pareja de leones, ayudado por Enkiddu. Grabado de un sello cerámico sumerio hallado en el cementerio de Ur, 3000 AEC. |
Hércules matando a la hidra de Lerna, Madrid: MAN |
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EL CABALLERO
El caballo representaba lo masculino en la cultura paleolítica. Este
mensaje parece redoblarse en la Edad Antigua cuando el caballo se convierte en montura y arma de guerra. Los primeros guerreros representados como jinetes fueron los asirios, quienes debieron de aprender esta habilidad de pueblos más orientales. Los griegos continuaron esta iconografía para sus héroes y Roma la consagró con la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio para no abandonarse nunca más hasta principios del siglo XX.
RECIBIENTO TRIBUTOS Las ilustraciones de desfiles que finalizan junto al rey entronizado son tan antiguas como la ciudad de Ur (Estandarte de Ur,
III milenio AEC, Londres: Británico). La mayor representación de esta
iconografía se realizó para ilustrar las escaleras del salón del trono
del emperador persa Darío el Grande (Apadana de Persépolis, IV AEC), en Persépolis.
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LA DERROTA, LOS VENCIDOS En la misma pieza, por la otra cara, descubrimos guerreros y unos miserables pateados por los caballlos. Son los vencidos, los derrotados, representados con esta iconografía coincidente en Mesopotamia (Estandarte de Ur) y Egipto (Paleta del rey Narmer). Si el vencedor se erige orgulloso, al vencido le corresponde el suelo.
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Águila leontocéfala,
bronce mesopotámico del III milenio AEC. Mitad león y mitad águila, animales que reinan sobre la tierra y el cielo. Parece proteger a los ciervos
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Rahotep y su esposa Nofret, los 4.600 años |