Bibelots de Meissen, Múnich. La mayoría de estas figuras representan a aristócratas disfrazados de pastores |
Iconografía de la felicidad
a
La emoción sigue de moda, pero
no ya la dramática, no ya la turbación ante la escena descarnada como
gustaba en el Barroco, sino las emociones “dulces” como la ternura, la
simpatía o el erotismo.
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ESTILO Dulzura Para servir a estas emociones gentiles regresan a las paletas de los artistas los colores pastel, a menudo servidos con pinceladas que confieren a la iconografía un aspecto casi abocetado. El naturalismo rococó se diferencia del naturalismo barroco no solamente en los colores; además, han desaparecido las penumbras tenebristas, y en la composición, los contextos, sean paisajes o interiores, cobran dimensión frente a unos personajes casi invariablemente pequeños. No en vano el Rococó inventó la figurita, es decir, el bibelot o pequeña estatuilla para decoración de vitrinas y para los belenes.
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ESTILO Dulzura Para servir a estas emociones gentiles regresan a las paletas de los artistas los colores pastel, a menudo servidos con pinceladas que confieren a la iconografía un aspecto casi abocetado. El naturalismo rococó se diferencia del naturalismo barroco no solamente en los colores; además, han desaparecido las penumbras tenebristas, y en la composición, los contextos, sean paisajes o interiores, cobran dimensión frente a unos personajes casi invariablemente pequeños. No en vano el Rococó inventó la figurita, es decir, el bibelot o pequeña estatuilla para decoración de vitrinas y para los belenes.
Rubens, Jardín del amor, 1633. Madrid, Prado. Los amorcillos empujan a las parejas hacia el amor y la concupiscencia |
ICONOGRAFÍA / Géneros galante y erótico
/ Las dos fases del amor, el galanteo y el sexo, protagonizan la pintura
rococó. Ya en el siglo XVII Rubens había dejado ejemplos en ambos géneros: El jardín del amor (1633, Prado) y El Rapto de las hijas de
Leucipo (1616, Múnich, Alte Pinakothek).
En el siglo XVIII sobresalen
tres especialistas franceses en los géneros galante y erótico.
En orden
cronológico, el primero es Watteau, pintor de pincelada deshilachada y muy
ambiguas escenas galantes (La perspectiva; Las dos primas);
Boucher, pintor de Luis XV, continuador de la tradición flamenca de la
pincelada pequeña y grandísimo pintor de interiores y mujeres (El nacimiento de Venus; Odalisca morena); el tercero,
Fragonard, el más explícito de los eróticos y el más ambiguo e intenvionado de los galantes
(El cerrojo; El beso robado). También se ve la influencia del arte rococó en las pinturas preparatorias para tapices de Goya (El parasol; El cacharrero).
El género erótico se recuperó a mediados de la II Guerra Mundial como una recompensa visual para los soldados. Frank Powolny, Betty Grabble, 1943, Playboy |
Verbena en la pradera san Isidro. Goya, El cacharrero, Prado |
Canaletto, San Marcos, 1735. Cambridge, Fogg Art |
John Ruskin, San Marcos, 1854, daguerrotipo. Londres, Colección Kent y Jenny |
Clifford, San Lorenzo, 1853 |
Las colonias americanas de España, según Tiépoco. Salón del Trono del Palacio de Oriente, Madrid | s |