El espíritu vence sobre la carne
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El Neoclasicismo de las imágenes es difícilmente separable de la voluntad de sacrificio patriota que necesitaron nuestros antepasados para sobrellevar el convulso tiempo bélico de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La primera revolución industrial coincidió con las célebres revoluciones burguesas padecidas a los dos lados del Atlántico (de ahí que se denominen “revoluciones atlánticas”; la Revolución francesa es la más famosa) y el posterior azote napoleónico. Por primera vez los europeos se peleaban contra el poder injusto de una aristocracia que lo atesoraba en exclusividad sin precisar de méritos para ostentarlo. La sucesión de acontecimientos dramáticos, épicos e históricos, provocó intolerancia hacia al azúcar rococó. Fueron guardados en el último cajón los colores pastel y la iconografía de la felicidad, mientras se desempolvaba la eficaz narrativa barroca y sus recursos narrativos: tenebrismo, colores yuxtapuestos, expresiones dramáticas.
En toda la imaginería neoclásica se perciben los ideales de la Ilustración, los cuales pueden resumirse en uno solo: el espíritu, forjado en la educación y fortalecido por la razón, vence las tentaciones y debilidades de la carne.
El Neoclasicismo de las imágenes es difícilmente separable de la voluntad de sacrificio patriota que necesitaron nuestros antepasados para sobrellevar el convulso tiempo bélico de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La primera revolución industrial coincidió con las célebres revoluciones burguesas padecidas a los dos lados del Atlántico (de ahí que se denominen “revoluciones atlánticas”; la Revolución francesa es la más famosa) y el posterior azote napoleónico. Por primera vez los europeos se peleaban contra el poder injusto de una aristocracia que lo atesoraba en exclusividad sin precisar de méritos para ostentarlo. La sucesión de acontecimientos dramáticos, épicos e históricos, provocó intolerancia hacia al azúcar rococó. Fueron guardados en el último cajón los colores pastel y la iconografía de la felicidad, mientras se desempolvaba la eficaz narrativa barroca y sus recursos narrativos: tenebrismo, colores yuxtapuestos, expresiones dramáticas.
En toda la imaginería neoclásica se perciben los ideales de la Ilustración, los cuales pueden resumirse en uno solo: el espíritu, forjado en la educación y fortalecido por la razón, vence las tentaciones y debilidades de la carne.
ESTILO David En artes figurativas tenemos un artista que inspira a todos los
demás: David aporta el estilo y la iconografía
fundamentales a toda la cultura neoclásica. En sus famosos cuadros heroicos ("cuadros de lecho" los llamaremos después) el tono solemne, majestuoso y fúnebre se logra con claroscuro tenebrista, ausencia de fondo, y una gama cromática absolutamente dramática: ocres, rojos, grises; la fórmula del barroco, pero sin dinamismo.
ICONOGRAFÍA (I) Héroes: el cuadro de lecho La mayoría
de las personas somos buenas, pero muy pocas son además nobles, esto es, muy pocas
están dispuestas a sacrificar su integridad física por la patria o
simplemente para ayudar a los demás. En la Francia llamada a escandalizar al
mundo aristocrático con su sangrienta revolución, todo ciudadano y toda ciudadana necesitaba forjarse un espíritu estoico y patriótico para sobrellevar las atrocidades sin cuento que se sucedían ante sus ojos. David pinta héroes, ejemplos de patriotismo para los
ciudadanos, ejemplares en su arrojo (exemplum
virtutis) y a menudo acompañados de resignadas esposas (Andrómaca llorando a Héctor, El juramento de los Horacios). A los héroes los reconocemos sobre todo en el momento de su
muerte, cuando descubrimos el precio que pagan y cuando su propia vulnerabilidad logra
conmovernos.
Desde entonces la novela gráfica y el cine no ha dejado de elaborar y reelaborar la escena inevitable en toda película de aventuras y acción: el héroe caído, atendido por la pareja sexual a modo de recompensa.
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James Franco y Sophia Miles interpretando Tristán e
Isolda (Ridley Scott, 2007), escenificando el cuadro de lecho inevitable en toda película de héroes |
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ICONOGRAFÍA (II) La instrucción pública El siglo XVIII es el de la Enciclopedia, el primer siglo convencido de que la prosperidad y la convivencia pacíficas dependen en gran medida de la educación y de que la ciencia y la tecnología pueden conducirnos una vida más cómoda, higiénica y saludable. No es de extrañar, entonces, que abunden las escenas en las que se nos educa en comportamientos cívicos, en las que se elogian el aprendizaje, la lectura, la virtud. Si ésta no cala en la sociedad a través de la prédica y la escuelas, habrá que redoblar esfuerzos y encomiar la virtud a través del arte. La serie moralista de William Hogarth (Las andanzas del libertino, 1735) fue imitada y plagiada hasta el punto de necesitar la primera ley de copyright de la historia. Hogarth también dibujó carteles para el ayuntamiento de Londres conducentes a reducir el alcoholismo entre los ingleses y numerosas estampas en las que se contrapone la virtud al defecto (por ejemplo, la laboriosidad y la pereza).
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ICONOGRAFÍA (II) La instrucción pública El siglo XVIII es el de la Enciclopedia, el primer siglo convencido de que la prosperidad y la convivencia pacíficas dependen en gran medida de la educación y de que la ciencia y la tecnología pueden conducirnos una vida más cómoda, higiénica y saludable. No es de extrañar, entonces, que abunden las escenas en las que se nos educa en comportamientos cívicos, en las que se elogian el aprendizaje, la lectura, la virtud. Si ésta no cala en la sociedad a través de la prédica y la escuelas, habrá que redoblar esfuerzos y encomiar la virtud a través del arte. La serie moralista de William Hogarth (Las andanzas del libertino, 1735) fue imitada y plagiada hasta el punto de necesitar la primera ley de copyright de la historia. Hogarth también dibujó carteles para el ayuntamiento de Londres conducentes a reducir el alcoholismo entre los ingleses y numerosas estampas en las que se contrapone la virtud al defecto (por ejemplo, la laboriosidad y la pereza).
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Quizás la primera
vez que se
representa al
científico con cara de
lunático. Detalle de: J. Wright
of Derby,
Experimento con
bomba de aire,
detalle, c. 1768,
Londres, Tate
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ICONOGRAFÍA (III) Ciencia Todavía en el siglo XVIII la ciencia es una novedad: Isaac Newton, el gran físico británico, dedicó un gran tiempo de su vida a la alquimia, que hoy consideramos magia. Todavía en su tiempo había que definir la ciencia y prestigiarla. Una curiosidad que ha resistido el paso del tiempo es la iconografía del científico como un tipo de cabellos blancos y disparados, al mismo tiempo loco y genio.
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Einstein disfrutaba
conscientemente
de su valor icónico.
Jack Turner
Oren, Albert
Einstein, 1963, Princeton,
Biblioteca del
Congreso
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ICONOGRAFÍA (IV) Amor platónico El amor carnal de la iconografía rococó cede su puesto al amor espiritual del Neoclasicismo; al menos en lo que a iconografía se refiere. Ahora los amantes son siempre virginales adolescentes de aspecto frágil; sus brazos y manos rodean a la pareja, pero nunca la llegan a tocar, como si se tratara de danzarines de ballet. El tema más representado es Cupiso y Psique, valga decir, Amor y Mente, el amor que no ciega a la razón.
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ICONOGRAFÍA (IV) Amor platónico El amor carnal de la iconografía rococó cede su puesto al amor espiritual del Neoclasicismo; al menos en lo que a iconografía se refiere. Ahora los amantes son siempre virginales adolescentes de aspecto frágil; sus brazos y manos rodean a la pareja, pero nunca la llegan a tocar, como si se tratara de danzarines de ballet. El tema más representado es Cupiso y Psique, valga decir, Amor y Mente, el amor que no ciega a la razón.
ICONOGRAFÍA (V) Paisaje pintoresco El paisaje neoclásico se califica a menudo como pintoresco, literalmente, "lo que es digno de pintarse", porque posee un encanto que agrada a vista. Imágenes positivas de una naturaleza generosa con el ser humano, el cual ha sido dotado de recursos para apreciar su belleza y explotar sus recursos. Es lo opuesto al paisaje sublime que preferirán los románticos (véase capítulo 18).
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Dulzura y equilibrio entre lo humano y lo increado. Domenico Bressolin, Ribera del Arno en Florencia, hacia 1840 |
ICONOGRAFÍA (VI) Lizzy, Carmen y Tosca Las tres mujeres más célebres y en consecuencia icónicas que (según la creación artística) habitaron el tiempo neoclásico fueron Lizzy Bennet, Carmen y Tosca.
1813, Jane Austen, Orgullo y prejuicio. Incapacitadas por ley para heredar debido a su sexo, las señoritas de la Ilustración harán lo posible para enamorar a un marido adecuado, que sea sustento económico pero también amigo. Jane Austen dedicó toda su literatura a educarnos contra el amor romántico, de fugaces placeres, y emplear el análisis del carácter para asegurarnos un compañero de vida digno de confianza. Pero esto no es fácil de hacer: en Orgullo y prejuicio, la protagonista Elizabeth Bennet (Lizzy), trasunto de la propia escritora, nos maravilla con su aguda inteligencia y capacidad de análisis, en la que ella confía ciegamente; tanto confía, que se equivoca. Descubriremos que es verdaderamente inteligente porque reconoce su error y rectifica. Con un sentido del humor irresistible, hoy esta escritora británica constituye un éxito de ventas sin parangón y fuente inagotable de iconografía perfectamente reconocible: cabellos cortos y rizados adornados con cinta, zapatillas de seda, bolsitos muy pequeños (limosneros) y blancos vestidos camisa ceñidos bajo el pecho. Jane Austen es un género.
1843, Teophile Gautier, Carmen. En el contexto represivo de la invasión napoleónica, una joven proletaria empleada en una fábrica de cigarrillos, dedica sus horas de ocio al placer sexual y no se casa con nadie. A don Juan le ha salido un equivalente femenino, pero si el seductor muere a manos de la divinidad, condenado, la seductora, por su parte, muere a manos de un ex-amante. No le corresponde a Gautier todo el mérito de la universalidad de Carmen, sino a la música de un G. Bizet embriagado de ritmos latinos (ópera estrenada en 1875); hoy su popularidad es tal que esta creación francesa constituye la imagen de Sevilla más popular en el mundo.
La Callas caracterizada como Tosca |
B. Karloff como el monstruo de Frankestein |