martes, 28 de noviembre de 2017

Capítulo 16. Iconografía neoclásica o ilustrada (años 1775 a 1825)




David, Andrómaca llorando a Héctor, 1783, 
 Louvre. El príncipe de Troya se enfrentó a 
 Aquiles en combate singular, sabiendo que no
tenía ninguna oportunidad de superarlo. 
 Pero dio la vida por su patria ya que, si por 
un desliz de la fortuna hubiera ganado él, 
 habría detenido la invasión de su ciudad
El espíritu vence a la carne
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El Neoclasicismo de las imágenes es difícilmente separable de la voluntad de sacrificio patriota que necesitaron nuestros antepasados para sobrellevar el convulso tiempo bélico de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La primera revolución industrial coincidió con las célebres revoluciones burguesas padecidas a los dos lados del Atlántico (de ahí que se denominen “revoluciones atlánticas”; la Revolución francesa es la más famosa) y el posterior azote napoleónico. Por primera vez los europeos se peleaban contra el poder injusto de una aristocracia que lo atesoraba en exclusividad sin precisar de méritos para ostentarlo. La sucesión de acontecimientos dramáticos, épicos e históricos, provocó intolerancia hacia el azúcar rococó. Fueron guardados en el último cajón los colores pastel y la iconografía de la felicidad, mientras se desempolvaba la eficacísima narrativa barroca y sus recursos narrativos: tenebrismo, colores candentes, expresiones teatrales.
En toda la imaginería neoclásica se perciben los ideales de la Ilustración, los cuales pueden resumirse en uno solo: el espíritu, forjado en la educación y fortalecido por la razón, vence las tentaciones y debilidades de la carne.  
ESTILO / David / En artes figurativas tenemos un artista que inspira a todos los demás: David aporta el estilo y la iconografía fundamentales a toda la cultura neoclásica. En sus famosos cuadros heroicos ("cuadros de lecho" los llamaremos después) el tono solemne, majestuoso y fúnebre se logra con claroscuro tenebrista, ausencia de fondo, y una gama cromática absolutamente dramática: ocres, rojos, grises.  En suma, Caravaggio redivivo.

Juez implacable él mismo, acostumbrado a dictar 
 sentencias de muerte, Marat es asesinado. David 
establece una comparación muy oportuna entre 
la navaja y la pluma que todavía sujeta el finado. 
David, Marat, 1793, Bruselas, Bellas Artes

ICONOGRAFÍA (I)     Héroes: el cuadro de lecho     La mayoría de las personas somos buenas, pero muy pocas son además nobles, esto es, muy pocas están dispuestas a sacrificar su integridad física por la patria o simplemente para ayudar a los demás. En la Francia llamada a escandalizar al mundo aristocrático con su sangrienta revolución, todo ciudadano y toda ciudadana necesitaba forjarse un espíritu estoico y patriótico para sobrellevar las atrocidades sin cuento que sucedían ante sus ojos. David pinta héroes, ejemplos de patriotismo para los ciudadanos, ejemplares en su arrojo (exemplum virtutis) y a menudo acompañados de resignadas esposas (Andrómaca llorando a Héctor, El juramento de los Horacios). Y los héroes los reconocemos sobre todo en el momento de su muerte, cuando descubrimos el precio que pagan y cuando su propia vulnerabilidad logra conmovernos.

James Franco y Sophia Miles interpretando Tristán e 
Isolda  (Ridley Scott, 2007), escenificando el cuadro de 
lecho inevitable en toda película de héroes
Desde entonces la novela gráfica y sobre todo el cine no ha dejado de elaborar y reelaborar la escena inevitable en toda película de aventuras y acción: el héroe caído, atendido por la pareja sexual a modo de recompensa.
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La virtud misma fue objeto de iconografía entre los ilustrados. Si no cala en la sociedad a través de la prédica y la escuelas, habrá que redoblar esfuerzos y encomiar la virtud a través del arte. La serie moralista de William Hogarth (Las andanzas del libertino, 1735) fue imitada y plagiada hasta el punto de necesitar la primera ley de copyright de la historia. Hogarth también dibujó carteles para el ayuntamiento de Londres conducentes a reducir el alcoholismo entre los ingleses (precedente de la publicidad del tipo "Si bebes no conduzcas") y numerosas estampas en las que se contrapone la virtud al defecto (por ejemplo, la laloriosidad y la pereza).

La importancia de la educación está en boca de todos los ilustrados, desde William Hogarth 
al pintar esta serie en 1735 hasta Jane Austen, que no recomienda otra cosa a sus 
lectoras que leer tanto como puedan. En la imagen vemos cómo termina 
sus días un joven que ha heredado el dinero de su padre siendo él 
demasiado joven para saber administarlo; después  de dilapidar el dinero en juergas, 
descubre que su magnetismo social ha desaparecido por completo; 
arriinado y solo, pierde la razón. Hogarth, La vida del libertino
(8) El manicomio, óleo de 1735 y grabado de 1765- Londres, Museo Soane


El tema esencial de Tannhauser: decidir entre una vida virtuosa o una vida de placer. Las mujeres 
semidesnudas tientan a los jóvenes; otras se muestran ociosas; la mujer demacrada en primer plano 
muestra la decadencia de la vida licenciosa. En el centro, un sabio conduce a un joven hacia la vida 
virtuosa. La mujer con un penitente a sus pies es la religión; a su derecha, la personificación del 
conocimiento lee un libro; la compasión y la laboriosidad también se personifican. Las dos mujeres de 
primer plano representan la ebriedad y la vergüenza; un ancla representa la esperanza.
Oscar G. Riejlander, Los dos caminos de la vida, 1857.  80x40 cm. Bradford, Museo  Nacional de Fotografía

Quizás la primera vez que se 
representa al científico con cara de 
lunático. J. Wright of Derby,  
Experimento con bomba de aire
detalle,  c. 1768, Londres, Tate
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ICONOGRAFÍA (II)     Educación y ciencia     El siglo XVIII es el de la Enciclopedia, el primer siglo convencido de que la prosperidad y la convivencia pacíficas dependen en gran medida de la educación y de que la ciencia y la tecnología pueden conducirnos una vida más cómoda, higiénica y saludable. No es de extrañar, entonces, que abunden las escenas en las que se nos educa en comportamientos cívicos, en las que se elogian el aprendizaje, la lectura; y en las que se fija la imagen del científico mismo.

Einstein disfrutaba conscientemente 
de su valor icónico. Jack Turner 
Oren, Albert Einstein, 1963, Princeton, 
Biblioteca del Congreso

Maravilloso ejemplo en que la composición, 
y no solamente los elementos figurativos,  
posee un claro significado iconográfico: 
los enamorados forman al mismo tiempo 
una cruz y un círculo, la conexión eterna, 
y, al mismo tiempo, el crismón paleocristiano. 
Antonio Canova, Amor y Psique,
1793. París, Louvre
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ICONOGRAFÍA (III)     Amor platónico     El amor carnal de la iconografía rococó cede su puesto al amor espiritual del Neoclasicismo; al menos en lo que a iconografía se refiere. Ahora los amantes son siempre virginales adolescentes de aspecto frágil; sus brazos y manos rodean a la pareja, pero nunca la llegan a tocar, como si se tratara de danzarines de ballet. 
 

Amor y cuadro de lecho al mismo tiempo. 
Cipariso, descendiente de Heracles, quiso llorar 
eternamente cuando mató por accidente al ciervo 
que le había regalado su amante Apolo. El dios 
lo transformó en ciprés, árbol triste porque exuda 
savia en forma de gotitas. C. M. Dubufe,  
 Apolo y Cipariso, 1821. Avignon, Calvet
 
ICONOGRAFÍA (III)     Paisaje pintoresco     El paisaje neoclásico se califica a menudo como pintoresco, literalmente, "lo que es digno de pintarse" porque posee un encanto que agrada a vista. Imágenes positivas de una naturaleza generosa con el ser humano, el cual ha sido dotado de recursos para apreciar su belleza. Es lo opuesto al paisaje sublime (véase capítulo 18). 

Corot, Ville d'Avray, 1967, Washington: National Gallery

 
Dulzura y equilibrio entre lo humano y lo increado. Deminco Bressolin, Ribera del Arno en Florencia, hacia 1840



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